These Four Walls
El taxi se detuvo en seco, logrando que mi cuerpo se balanceara hacia delante, frente a una casa de gran tamaño. Siendo de noche, no me era fácil admirarla por completo, no más de los faroles alumbrados cerca de ella.
-Es aquí. –Interrumpió mis pensamientos el hombre que conducía el auto.
-Gracias. -Susurré y busqué en mi bolso de mano el dinero que debía por el viaje.
-Gracias. -Susurré y busqué en mi bolso de mano el dinero que debía por el viaje.
En un rotundo silencio le entregué el dinero en la áspera mano y bajé acompañada de mi equipaje. Cerré la puerta con cuidado y en menos de dos segundos el auto arrancó a gran velocidad.
Me quedé solitaria en medio de la oscura noche, aún en la vereda frente a la casa y el nerviosismo que recorría por mis venas comenzaba a hacerse más presente en cada segundo que transcurría.
Suspiré y me aventuré a dar el primer paso y así comenzar mi marcha hacia el rectángulo de madera que pronto alguien abriría para recibir mi inesperada visita.
Insegura levanté mi puño cerrado y sin arrebato toqué tres veces.
Insegura levanté mi puño cerrado y sin arrebato toqué tres veces.
Esperé alrededor de cinco minutos y al ver que nadie salía a mi encuentro busqué otro método. Mis ojos buscaron alguna herramienta que me pudiera ayudar a llamar la atención de quienes habitaban la casa. Finalmente encontré algo parecido a un botón pegado en uno de los bordes de la puerta, el timbre. Toqué este luego de haberlo pensado alrededor de diez veces, tampoco quería molestar.
Ahora culpaba a mi madre por haber elegido un vuelo retrasado.
Seguí esperando y noté que una de las ventanas, en el segundo piso se encendía, fue cuando los nervios que me comían ya me mataban. Oí pesados pasos y luego miré la manilla, esta comenzaba a girar en cámara lenta.
Seguí esperando y noté que una de las ventanas, en el segundo piso se encendía, fue cuando los nervios que me comían ya me mataban. Oí pesados pasos y luego miré la manilla, esta comenzaba a girar en cámara lenta.
Pensé que la abrirían por completo, pero para mi sorpresa la mitad de un rostro salió a mi bienvenida.
-¿Si? –Se escuchó una pasiva voz desde el otro lado.
Me quedé en silencio ¿Si? no era una pregunta, a menos que contestes tu teléfono celular.
-¿Quién está ahí? –Pregunté jugando con mis manos producto al nerviosismo.
Como lo esperaba, la puerta se abrió un poco más, si, solo un poco. Con eso, apareció un muchacho de pelo desordenado, sus ojos estaban algo entrecerrados, lo que decía que dormía, qué por cierto al ver a una chica en medio de la noche estos se abrieron para analizar mi rostro, labios adormecidos, polera blanca ajustada y nada más que unos bóxers, pies descalzos.
-¿Quién es? –Quería una respuesta, no otra pregunta.
-No has respondido mi pregunta. –Me animé a sonreír, solo para transmitirle un poco de confianza, aunque sé que es difícil brindar confianza a un completo extraño.
-No has respondido mi pregunta. –Me animé a sonreír, solo para transmitirle un poco de confianza, aunque sé que es difícil brindar confianza a un completo extraño.
Finalmente dejó su imagen a mi completa vista, supuse que comprendió que no era nada peligroso, solo una adolescente llamando a su puerta a las dos de la madrugada.
Me miró confuso, parecía estar tratando de recordar a alguien a quien sé que había olvidado. Hablé al ver que no pronunciaría ni una sola palabra.
-¿De qué hablas? Suenas como si nos conociéramos. –Aún confuso y examinándome con la mirada.-Y aún no respondes mi pregunta. –Suspiré.
-Soy John, John Bloom-Me estiró su brazo y su mano la extendió para seguramente estrecharla con la mía
-Soy John, John Bloom-Me estiró su brazo y su mano la extendió para seguramente estrecharla con la mía
Miren como ha crecido. Sin esperarlo y sin quererlo, mis ojos se humedecieron al tener nuevamente frente a mí a una de las personas que más he querido y solo eso, pues somos primos.
-No me vas a recordar ¿Verdad? –Estreché nuestras manos y oculté mis ojos húmedos agachando el rostro.
-¿Reconocer?... Alto, ahora te toca responder mi otra pregunta.
-Nayeli Meyer. –Pronuncié con firmeza y aún así me sentía quebrada por dentro.
No iba a decirle mi segundo apellido, pues lo compartíamos.
-¿Nos conocemos? –Sonó incómodo.
-Dudo que lo recuerdes John. –Esbocé una sonrisa sin ánimos.
-¿Quieres pasar? –Preguntó haciéndome espacio para incorporarme en su hogar.
-¿Reconocer?... Alto, ahora te toca responder mi otra pregunta.
-Nayeli Meyer. –Pronuncié con firmeza y aún así me sentía quebrada por dentro.
No iba a decirle mi segundo apellido, pues lo compartíamos.
-¿Nos conocemos? –Sonó incómodo.
-Dudo que lo recuerdes John. –Esbocé una sonrisa sin ánimos.
-¿Quieres pasar? –Preguntó haciéndome espacio para incorporarme en su hogar.
-Gracias. –Musité y entré.
Fue gentil, me ayudó con el pesado equipaje.
-Toma asiento –Lo escuché entre la oscuridad, al poco rato se prendió la luz.
Sin decir nada me senté en uno de los cómodos sillones de cuero negro. Él me imitó, solo que en uno del frente, mejor, así podría mirarme y confeccionar el pasado.
[...]
Prometo ya no tenerlas tan abandonadas $: